miércoles, 28 de noviembre de 2007

Exito de la Deep Impact en pro de nuevos descubrimientos


Tal y como preveía la NASA y el grupo de cooperación internacional implicado en el proyecto, el proyectil impactó contra la superficie del cometa Tempel 1, una hazaña científica sin precedentes.

Tan sólo la imaginación cinematográfica de los creadores de Hollywood, con el avance técnico de los efectos especiales, había recreado para el cine la remota posibilidad de que un proyectil lanzado por el hombre impactara contra un cometa. La Agencia Espacial Norteamericana (NASA), con el apoyo de un considerable grupo de científicos a nivel internacional, ha conseguido hacer realidad esta visión, con fines científicos, lo que supone una hazaña sin precedentes en la historia de la astronomía.
El éxito de la misión se confirmó en el momento del impacto, con un cálculo milimétrico realizado desde la agencia respecto al momento exacto de la colisión y el punto donde se produciría (el margen de error fue de menos de un kilómetro), a pesar de que el cometa Tempel 1, con 5,5 kilómetros de diámetro, se encontraba a más de 130 millones de kilómetros de la tierra, cerca de Júpiter. El mismo tarda 5 años en dar una vuelta alrededor del Sol.
El proyectil lanzado por la sonda "Deep Impact" colisionó con la superficie del cometa a unos 37.000 kilómetros por hora y provocó una especie de cono invertido saliendo del astro, producido por la nube de polvo y materiales que se desprendieron del mismo y más importante de lo previsto. Las imágenes del histórico momento fueron captadas y enviadas a la Tierra por la nave (con un retardo de más de 7 minutos), que permaneció a 500 kilómetros del cometa. La sonda "Deep Impact" consiguió su objetivo después de 173 días en el espacio, desde el 12 de enero, y 431 millones de kilómetros recorridos.


Cooperación internacional

Tras producirse el impacto astrofísicos responsables del grupo de seguimiento e investigación, la relevancia de este acontecimiento, que no sólo se basa en el hecho de que se trate de un proyecto sin precedentes en la conquista del espacio, sino en la participación existente en el mismo a nivel internacional, en la que se han visto implicados casi todos los telescopios del mundo, en coordinación con el grupo científico de la misión.

Cada equipo ha jugado un papel trascendente a la hora de alcanzar el objetivo final, conocer más sobre el proceso de formación del sistema solar y de los planetas, a través de los materiales y datos que serán analizados a partir de este momento. En un segundo plano, no menos importante, se haya la necesidad que la humanidad tiene de prepararse para una posible futura amenaza provocada por un astro que coincida en trayectoria con la Tierra, lo que supondría un evento de magnitud catastrófica.
Para los científicos, este experimento "marcará un antes y un después en los estudios de nuestro sistema solar; no en vano, por primera vez seremos capaces de conocer lo que guarda el interior de un astro de estas características, de grandes dimensiones". Precisamente, "el experimento en el que participamos es de los pocos que se pueden realizar en el mundo de la astronomía, ya que, más bien, nos limitamos a observar lo que ocurre y a sacar conclusiones científicas. Ahora, las variaciones que se producirán en el cometa nos permitirán conocerlo en profundidad, analizar el tipo de emisiones y el estado del cráter creado por el impacto del proyectil". El gran caudal de datos supondrá que se den todo tipo de conclusiones científicas durante los próximos años.


Desde la creación del sistema solar

El estudio del hielo y el polvo liberado desde el interior del cometa Tempel 1, tras el impacto del proyectil de 370 kilogramos lanzado desde la nave "Deep Impact", es la clave de la misión. Estos gases y materiales han permanecido inalterados desde la creación del cometa en los primeros momentos de la formación de los planetas, una de las características que permitirán entender mejor la formación del sistema solar. Antes de estrellarse, el proyectil envió una foto impactante del cometa, un astro irregular que parece una pera o una papa, y presenta una superficie de apariencia blanca sobre la cual se destacan varios cráteres, crestas y supuestos glaciares. El Tempel 1 fue descubierto en 1867, orbita entre Marte y Júpiter y tiene entre 5 y 6 kilómetros de diámetro. El cráter creado por el proyectil, se preveía del tamaño de un campo de fútbol, en el centro del astro, descartándose el estallido o desviación del cometa.



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